lunes, 5 de junio de 2017

El día en que el rezo de don Elio se volvió copa y vuelta

Faltan solo cuatro minutos para el fin del partido, apenas 240 segundos para hacer sagrada la fecha, el día en que Aurora pasará a la historia.

Y ahí está don Elio Sánchez, con las manos juntas, los párpados caídos adrede (para concentrarse en la petición religiosa) y sus cinco sentidos más despiertos que nunca en un estadio Félix Capriles que pocas veces reunió a más de 22.000 hinchas celestes.

Reza. Y no le importa que algunos lo observen con detenimiento. Lo que cuenta es encomendarse al Creador para derribar las posibles jugarretas de un destino que no suele ser compasivo, y mucho menos en el fútbol. En ese caso, parece ser que la opción más genuina es la oración.

De pronto, los cuatro minutos se vuelven tres, esos tres se convierten en dos; los dos, en uno, y este último se esfuma para dar paso al pitido final del árbitro Alejandro Mancilla. Se acabó el encuentro con Destroyers y la victoria por 1-0 fue suficiente para el ascenso.

Aquel deseo que fue energizado durante tres años (desde que Aurora descendió, el 11 de junio de 2014) cumplió su ciclo de vida para renacer luego en el hecho: el Equipo del Pueblo regresó a primera y su estandarte vivo aunque cansado, don Elio, llora como un niño. Llora con los ojos, con las manos, con las piernas y, por supuesto, con el corazón.

Incontenible es el llanto. No se sabe si por una suerte de contagio de la “emotividad extrema” (todos derraman lágrimas) o porque sencillamente (y quizás, la explicación certera) han aguardado tanto este instante. Lo cierto es que los jugadores inquebrantables, el DT Roberto Pérez, el presidente del club, Jaime Cornejo, y hasta su esposa, doña Sandrita, no “caen” en que todo es real.

A cada uno de los integrantes del proyecto denominado “#Porlagloria”, el “cachetazo benévolo” del ascenso le pega de forma particular.

Es por eso que el profe Pérez, que llegó al estadio con una camisa celeste y un pantalón beige, se arrodilla en el pasto y le da uno de sus besos más guardados.

Es por eso, también, que incluso el cantante argentino de música tropical Diego Ríos se mimetiza entre la hinchada aurorista y festeja con ella, dejando a un lado su porte de chico cumbiero.

También por ello, se ve a Ariel Jaldín, con el dorsal 33 en su espalda, recorriendo la cancha, de arco a arco, con las rodillas dobladas, en absoluta concentración, mientras el resto de sus compañeros y el cuerpo técnico se aglutina a un lado, entre abrazos y risas, desprovisto de camisetas y empuñando una bandera celeste y blanca que flamea única, orgullosa, como una especie de centro universal de los auroristas.

Las 16:56 de ayer marcó la hora en que Aurora se consagró campeón de la Copa Simón Bolívar y retornó a la Liga.

Y fue mejor no ahondar en saber si el penal que el delantero argentino Matías Vicedo transformó en gol fue valedero o no. Para la hinchada, la premisa de la victoria debía ser infalible. Y así fue, pues costó llegar al estadio, costó también cargar las bolsas llenas de papel de diario para luego desmenuzarlos y recibir con grandes ademanes a los “guerreros celestes”.

Ni hablar de aquellas mujeres y niños que se quedaron afuera (el Capriles estaba repleto), con la ilusión rota por saberse ajenos al festejo en el interior del escenario y que tuvieron que conformarse con sumarse a la celebración independiente, tal vez en sus casas o en las calles.

Valió la pena el esfuerzo que hizo un hombre, de unos 47 años, que no podía caminar sin el apoyo de dos de sus amigos (o tal vez parientes) y que avanzaba a paso muy lento. Pudo ver a su “poderoso Aurora” regresar de pie.

Muy distinta, con certeza, fue la suerte de otro hincha del club, que en el descanso del partido se trepó por las rejas del frontis del Capriles, en un intento fallido de burlar a los efectivos policiales. Fue divisado a lo lejos por ellos, cuando se encontraba casi en la cima. Luego fue conducido hacia el patrullero.

La vuelta olímpica del cuadro se dio alrededor de las 17:20, cuando la copa de campeón era totalmente propia del plantel. Parecía una procesión, conformada por los futbolistas, claro, fieles creyentes de la “religión celeste”.

Y esa procesión, que empezó en la cancha, se extendió luego por las calles del centro. Los simpatizantes caminaban con paso lento y agitando sus banderines en el puente Cala Cala, para después dirigirse a la Plaza de las Banderas o al sitio convenido.

Terminó así un ciclo de puro esfuerzo marcado por tres años de peregrinación y dio origen a otro, el del renacimiento con otro rostro, otra propuesta y distinto potencial.

Jugando con los años y acelerando el motor de la máquina del tiempo, el 4 de junio de 2020, cuando las fechas del fútbol liguero boliviano probablemente sigan su curso habitual y Bolívar y The Strongest peleen tal vez la cima con un Wilstermann intentando “colarse” en la riña, no será una jornada más.

Los comunicadores del mañana, con certeza, no precisarán desempolvar sus libros para rememorar que el 4 de junio de 2017 Aurora regresó con fuerza a la Liga, de la mano de Charles da Silva, Óscar Vaca, Matías Vicedo, Javier León y Ramiro Mamani, entre otros de sus jugadores.

Certeza

“Cuando uno sueña, sí se puede. No tengo grandes empresas, pero fue posible”.

Jaime Cornejo

presidente de aurora

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